Arqueado sobre un carruaje en desuso, Peter Dyck bordea con las manos un polígono verde fragmentado en varias cuadrículas de distinto tamaño. No sabe con exactitud cuántas son, pero calcula que representan una extensión total de 2000 hectáreas. La figura que repasa es el mapa del lugar donde estamos: Providencia, una colonia menonita enclavada en Loreto, selva del Perú, de la cual es el jefe. Su casa, hecha de latón y calamina; los cultivos de soya y arroz, de donde acaba de llegar; y una enorme granja para la crianza de ganado y cerdos forman parte de una de las casillas que componen el plano de la colonia. Dyck ubica su terreno en el mapa desplegado sobre el vehículo que remonta al siglo XVIII, y fija el índice derecho: “Acá mismo nos encontramos”, afirma con seguridad. No es el más grande, aunque en este conglomerado de predios de 20 o 30 hectáreas todo resulta imponente.
Los 500 miembros de la comunidad cristiana protestante que viven aquí –describe Dyck- son procedentes de Belice, en Centroamérica, y tienen antepasados holandeses y alemanes. Ellos conforman Providencia, la tercera colonia menonita asentada en Tierra Blanca, localidad loretana cuyo ámbito urbano está a cerca de 8 kilómetros de camino agreste. Junto con las otras dos (Wanderland y Osterreich), Providencia enfrenta una investigación fiscal por la deforestación ilegal de 1700 hectáreas de bosque primario, iniciada en julio de 2020. Los menonitas de esta porción de la Amazonía peruana sostienen que fueron aceptados por la población y autoridades locales, y no niegan la tala como parte de su modo de subsistencia. Al contrario, reivindican que vinieron para trabajar la tierra porque de eso viven: “Está bueno tener un poco de bosque, pero falta limpiar la mayoría”, dice Peter Dyck en su pausada y dificultosa pronunciación del castellano.
Lo concreto es que antes de que la congregación sentara bases aquí, en 2017, la superficie que ahora ocupa era de vegetación densa. Ya no.
Luego de 12 horas de viaje por carretera y río desde Tarapoto, en la región San Martín, Mongabay Latam llegó a las tres colonias menonitas, en Tierra Blanca. Enclaves bucólicos y de entorno sosegado que, sin embargo, surgieron de una devastación forestal que hoy continúa. A fines de 2020, el Ministerio Público instó a los religiosos extranjeros al cese de la actividad depredatoria, pero ellos aseguran que hace dos años obtuvieron un permiso para retomar el desbosque y continuar ampliando sus sembríos. Y es lo que han hecho con creces.

El temor de autoridades y expertos ambientalistas es que la aplicación de la nueva Ley Forestal y de Fauna Silvestre (Ley 31973) traiga abajo las investigaciones fiscales en curso y deje impunes casos de deforestación como el que involucra a los menonitas en Tierra Blanca.
Mongabay Latam identificó la pérdida de bosque en los tres sectores menonitas de Tierra Blanca y confirmó que la deforestación es de más de 4956 hectáreas, desde 2017. El equivalente aproximado a cinco veces el área del Centro Histórico de Lima o del distrito de Miraflores.
Durante los últimos tres meses analizamos con datos de la plataforma de monitoreo satelital Global Forest e imágenes de Google Earth, 95 predios menonitas inscritos en la Superintendencia Nacional de Registros Públicos (Sunarp). La evaluación reveló que la pérdida de cobertura boscosa más grave (cerca de 1550 hectáreas) en las colonias ocurrió en 2023, cuando los menonitas ya habían reanudado -lo hicieron desde 2022- la apertura de selva para sus cultivos.
Más allá de la parcela de Peter Dyck, cultivos de maíz, otras cabezas de ganado y tierras en plena remoción también se expanden en el paisaje de Providencia. Hombres con sombreros de paja, overoles y camisas a cuadros operan desde muy temprano tractores con ruedas de metal. La colonia está repartida en campos delineados para 20 familias. Son siete, y en cada uno hay una escuela adonde asisten niños de seis a 13 años. Sus pasos siguientes serán el arado, las siembras, el campo. El lugar, por momentos, exhibe una sucesión de imágenes que parecen extraídas de algún tiempo remoto y ajeno a la Amazonía: de día y de noche los menonitas se desplazan en carruajes jalados por caballos. Mujeres de vestidos largos y oscuros cubren sus cabezas con pañoletas bajo los sombreros. La vía que utilizan es un trazo de tierra afirmada que cruza Providencia y la conecta con las otras colonias y el pueblo. Viven apartados de la tecnología como un rasgo distintivo de su fe. No tienen luz eléctrica. Velas y lamparines de kerosén cortan la cerrada oscuridad en sus horas de cena y oración familiar.
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